Musuk Nolte

Al llegar al Pueblo de Pujas, en las profundidades de la provincia de Ayacucho, lo primero que uno observa es la complejidad de la geografía, los cerros ocultos por la neblina, el rio abajo que discurre en silencio, Y de pronto este sentimiento sobrecogedor, evidencia lo efímero de nuestra condición y lo relativo de nuestro entendimiento del tiempo, y es en ese momento cuando uno trata de dimensionar lo que implica esperar 37 años.

Solo al ponerse observar como se despejan los cerros y mirar que el reloj apenas pasaron 10 minutos, se siente el tiempo que pasa y a la vez no pasa, y cómo la espera puede dar forma a la tristeza de la perdida.

37 años después desde aquel día de mayo de 1983, los cuerpos de 14 pobladores de la comunidad de San Francisco de Pujas, pudieron ser velados y enterrados luego de una espera tan larga como el dolor suspendido del duelo permanente.

A pocos años de empezado el conflicto armado en el Perú, los enfrentamientos ponían a los pobladores de las localidades más alejadas de Ayacucho - en su mayoría campesinos- en una situación sin salida, al encontrarse en medio del fuego cruzado, de las fuerzas del estado y el grupo subversivo Sendero Luminoso.

Un grupo de senderistas llego a reclutar forzosamente a 26 pobladores del pueblo de Pujas, en su mayoría jóvenes, quienes fueron llevados durante 3 días al encuentro de otro contingente subversivo.  El último día, se produjo un enfrentamiento con fuerzas combinadas del ejército y la Policia, y al encontrarse en medio del enfrentamiento, sobrevivieron 18 pobladores, que luego de ser interrogados por fuerzas del estado -sin importar su testimonio-  fueron obligados a cavar una fosa en el cementerio de Rio Blanco, donde luego fueron asesinados y enterrados.

El año 2008, fueron exhumados 25 cuerpos relacionados al caso. Y desde esa fecha, los familiares han tenido que pasar por una serie de complicaciones que los han mantenido a la expectativa de tener la certeza que los cuerpos encontrados eran los de sus familiares.  En el 2009, pensando qué estarían próximos a la entrega construyeron los nichos que recibirían los restos, pero estos permanecieron en su mayoría vacíos.

Acompañados por COMISEDEH en el proceso legal y de acompañamiento en la búsqueda de justicia, los días 28,29 y 30 de Enero del 2o20. El pueblo de Pujas volvió a tener reunida a las familias. que en su mayoría luego del conflicto, migro hacia otras provincias del país y el extranjero.

Durante la restitución, el ministerio publicó y el Equipo Forense Especial, realizaron el armado de los cuerpos en presencia de los familiares, donde podían observar como el cuerpo de sus hijos, hermanos y padres, iban tomando forma en el ataúd y así poco a poco cerrando un ciclo que parecía no tener final.

Aun quedan muchos casos pendientes por investigar. Pero la entrega del caso Rio Blanco reivindica la espera de las familias, en uno de los casos que mas ha demorado en la historia del conflicto.

En los años siguiendo estos casos, al igual que con otros colegas, he querido aportar con un testimonio visual esta parte de la historia que en muchos casos paso a ser una cifra más en la estadística de los más de 20.000 desaparecidos que dejo el conflicto armado interno.

Buscando la manera de acércame a una representación más allá de lo que podemos ver, imaginar la densidad del duelo, en esa manta oscura que viste a los familiares, como metáfora de lo que se nos escapa de la mirada. Y de lo que los mantiene en vigilia ante la perdida, de la ansiedad de recibir justicia y la complejidad de una búsqueda de reconciliación.

La geografía  de los Andes peruanos anticipan la lectura de un territorio que pareciera  estar herido y así, acoge las historias de perdida y la capacidad de resiliencia de sus pobladores. Mientras  la fraternidad de las familias compartiendo lo poco que se tiene,  regresa un poco de la humanidad que se desvirtuó en los años de la violencia.