Musuk Nolte

Photographer
NA
 
El último aliento del lago Titicaca
Location: Lima, Peru
Nationality: Peru
Biography: Musuk Nolte  (Ciudad de Mexico, 1988 / Nationalized Peruvian) His work strives between documentary and artistic photography to approach social issues, such as memory and environmental depredation. Throughout his career, Nolte has often... MORE
Public Story
El último aliento del lago Titicaca
Copyright Musuk Nolte 2024
Updated Apr 2023
Location Puno, Peru
Topics Media
Sin agua limpia a orillas del lago Titicaca

Desde hace alrededor de una década, los habitantes del Coata, una de las 13 cuencas de la región altiplánica de Puno, denuncian la contaminación de sus ríos. Análisis de entidades como la Autoridad Nacional del Agua han encontrado arsénico, plomo, boro, hierro, manganeso, sodio, y otras sustancias potencialmente nocivas. Los vecinos de la zona no tienen otra alternativa que consumir el agua de los pozos, pues el reparto a través de camiones cisterna es irregular. Dirigentes locales advierten que, a finales de agosto, bloquearán la carretera Puno-Juliaca, si el Ejecutivo no se compromete a remediar el problema. Entre otras medidas, exigen la construcción de una planta de tratamiento de aguas residuales en Juliaca. 

Por Rosa Chávez Yacila / Ojo Público

Desde que las aguas del río Coata empezaron a oscurecerse, Rufino Cohila se ha ido quedando cada vez más solo.
―Yo estoy sacrificándome aquí, viviendo. Yo tengo que salirme de aquí. ¿Has visto la contaminación que está cada vez más? ―dice el hombre de 47 años, uno de los pocos habitantes que quedan en la parte baja de Carata, una comunidad del distrito de Coata, en la región altiplánica de Puno, en el sur de Perú.
El río Coata es uno de los principales afluentes del Titicaca. A unos minutos en bote, está la desembocadura al lago más alto del mundo. La cuenca de este río ―que cuenta con una población de 221.097 y atraviesa las provincias de Lampa, San Román, Huancané y Puno― es una de las 13 cuencas de la vertiente del Titicaca. En 2019, un informe de la Autoridad Nacional del Agua (ANA) indicó que dichas aguas contienen arsénico, plomo, manganeso, sodio, bicarbonatos, cloruros, aceites, grasas y otras sustancias por encima de los límites permitidos.
Para Félix Suasaca, presidente del Frente Unificado en Contra de la Contaminación de la Cuenca del Río Coata y el Lago Titicaca, conseguir que el Estado reconozca su situación ha significado mucho esfuerzo.
―Hemos empezado esta lucha hace más de 10 años. Hemos hecho muchas movilizaciones, huelgas, hemos paralizado la vía Puno-Juliaca, hemos tapado el río Torococha.
Son cinco los distritos afectados, dice Félix Suasaca: Coata, Huata, Capachica y Paucarcolla (provincia de Puno) y Caracoto (provincia de San Román), y el sector Chilla en Juliaca (también en San Román). Estos han sido declarados en emergencia en diferentes ocasiones desde 2019.
―Esa agua de los cinco distritos y el sector Chilla son no apto para el consumo humano y, después, hemos sido 12 veces declarados en estado de emergencia por peligro inminente ante contaminación de las aguas de consumo humano ―reclama―. Y, en esas 12 veces, nos han traído solamente agüita en cisterna, pero eso solamente es paliativo.
En 2019, el ANA identificó 21 vertimientos como fuentes contaminantes de la Cuenca del Coata: ocho municipales, cuatro industriales, siete botaderos de residuos sólidos y tres descargas in situ. Desde hace más de una década los desagües de la ciudad de Juliaca desembocan en el río Coata sin ser tratadas previamente. Además, el ANA señala que la presencia alta de mercurio, plomo y zinc podría estar relacionada a causas naturales, así como a la existencia de pasivos mineros en la zona.
En esta cuenca, la población presenta metales pesados en la sangre. En 2020, el Centro Nacional de Salud Ocupacional y Protección del Ambiente para la Salud (Censopas) realizó tamizajes de orina en 55 personas de los distritos de Huata, Capachica y Coata: 32 dieron positivo a arsénico, y dos a mercurio y arsénico. Entre ellos había seis niños.
Desde Carata, Rufino Cohila cuenta que la vida de quienes aún permanecen en su localidad ha cambiado mucho. Hace años la gente se dedicaba a la crianza de ganado y también a la pesca. En los ríos había truchas y pejerreyes, cuentan los vecinos.
―Yo mismo era pescador, pero con el cambio que ha hecho la contaminación ya no hay peces. Dice Rufino Cohila que, inclusive los animales, ya no son los mismos desde que las aguas de la cuenca empezaron a cambiar a una tonalidad verdosa.
―Este lugar era maravilloso. Había peces, teníamos nuestros animales gorditos, había aves, había de todo aquí. Había vida. El que menos, vivíamos en esta zona. Pero ahora, lamentablemente, por el factor de la contaminación, los paisanos están mudándose a las ciudades ―recuerda uno de los últimos habitantes de la parte baja de Carata.

El río sin vida

En la zona en la que el río Torococha se une con el río Coata las aguas lucen de un color oscuro, entre verde y rojizo. Es una de las áreas de la cuenca donde se puede ver la contaminación con facilidad. En las orillas hay esqueletos de aves y cuerpos de algunos pájaros en pleno proceso de descomposición. El mal olor es notorio y penetrante. De acuerdo al ANA, este río, que trae el desagüe de Juliaca, presenta aceites y grasas, residuos orgánicos, detergentes, manganeso y otras sustancias.Todas ellas están relacionadas al vertimiento de aguas residuales de dicha ciudad, que alberga más de 200.000 habitantes. Por eso, los dirigentes de la cuenca piden que se construya de una vez por todas una planta de tratamiento de aguas residuales en Juliaca. Aunque reconocen que eso no sería suficiente para remediar la situación: ―Hemos presentado un plan multisectorial para la ejecución de los proyectos de saneamiento básico. Debemos dar agua potable a la gente para que nunca más tomen esta agua contaminada. Estos proyectos hasta ahora no avanzan. Los proyectos de recuperación ambiental, de descontaminación, tampoco. Al mismo tiempo, los proyectos de construcción del centro de salud y también la implementación de laboratorios hasta ahora no avanzan. No han protegido la vida humana ―dice Suasaca.

Los pozos y las cisternas

En el distrito de Huata, Tiburcio Pilinco no tiene al alcance agua limpia, aunque está rodeado de ríos. Las comunidades más alejadas de las carreteras, como la suya, cuenta Tiburcio, a veces no reciben agua de los camiones cisternas, pues no hay buenos caminos de acceso. A inicios de año, en épocas de lluvia, la entrada es casi imposible.
―No traen agua porque no entra el carro cisterna. A veces no tenemos agua, nada. Ahora incluso hasta ahícito nomás tenemos ―dice señalando sus botes casi vacíos―. Como vivimos adentro, no traen agua. En la carretera, sí entra y sale. Desde 2019, las comunidades dependen de estos camiones cisterna para evitar la exposición a la contaminación del agua de los pozos que las familias construyeron. Un año antes, la Dirección Regional de Salud (Diresa) de Puno realizó estudios del agua en los pozos del distrito Coata. Y en 2019 y 2020, analizó los de Coata, Huata y Capachica. En los mismos se encontró boro, hierro, manganeso, sodio y arsénico por encima de los límites permitidos para el consumo humano.
―Da cólera, no solamente este lugar está mal. Coata, Capachica, los demás distritos, hemos luchado, y nos ha comprometido qué día va a venir. “Agua va a ser purita” nos han dicho, y nada. No sé a qué se debe eso ―se queja don Tiburcio Pilinco. La hija de Tiburcio, María Pilinco, que se crio en Huata, debe ir de visita constantemente para atender a su padre y demás familiares que reclaman por agua limpia. ―A pesar de que nosotros no vivimos aquí, venimos siempre. Cuando hacemos hervir agua de pozo, de la olla blanco, como oxidado lo hace. Como salitre lo carcome también a las ollas. No es bueno tomar. Por eso, la gente se enferma. “Estoy mal, nos llaman” y nosotros tenemos que venir con medicamentos, corriendo ―cuenta. María Pilinco se acuerda de los ríos que parecían manantiales. Dice que desde allí trasladaba agua a su casa, en bidones grandes que cargaban con burros o caballos. Para miles de habitantes de la cuenca del río Coata, acceder al agua limpia es un recuerdo que parece casi imposible llevar de nuevo a la realidad.
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