Hasta que cumplí 15 años, pasaba los veranos con mi padre que era fotógrafo en Torremolinos, una de las mecas del turismo de sol y playa en España. Trabajaba casi exclusivamente en hoteles, incluso tenía una tienda de cámaras y revelados en uno de aquellos hoteles enormes con piscinas y palmeras donde pasábamos todo el día. La mayoría de mis recuerdos de aquellos veranos y del tiempo compartido con él, están ligados a aquel hotel.
Apenas un mes después de su muerte, una compañía hotelera me encargó una serie de reportajes documentando el día a día de sus hoteles, la experiencia de usuario. Resultaron ser el mismo tipo de hoteles. Habían pasado 26 años desde aquellos veranos y lo primero que llamó mi atención fue que a pesar de lo mucho que ha cambiado el mundo aquí fuera en este tiempo, allí dentro parecía haberse detenido. Lugares que parecen funcionar como una cápsula del tiempo donde la única señal de que no estámos en los 80 son los teléfonos móviles. La sensación es de asistir a una obra de teatro donde cambia el elenco, pero la escenografía, el guión y los personajes, las Hotelités, el objeto de esta serie fotográfica, fueran los mismos.